Emilio Lledó Premio Príncipe de Asturias
de Humanidades, 2015
Una experiencia incesante de Vida.
Una
experiencia incesante, la vida. Vamos aprendiendo a mirar, a asombrarnos de la
naturaleza que nos rodea: los árboles, las nubes, la luz, el mar, la tierra,
los frutos de la tierra. Fueron los primeros filósofos los que nos iniciaron en
ese asombro y empezaron a especular, a “teorizar”, -que es una forma de mirar-
sobre lo que llamaron stoijeia, los “elementos”, los principios
fundamentales de la vida: el agua, el aire, la tierra.
No
podríamos imaginar en nuestro mundo tecnológico –fruto, en sus orígenes, de la
ciencia, de la pasión por conocer- que, de pronto, nos dijera algo así como:
mañana no habrá aire, mañana, nunca más habrá agua. Nos sobraría ya todo, no
habría prodigio técnico capaz de compensarlo. Y también la luz: esa posibilidad
de experimentar el asombro y, en él,
la unión con el mundo en el que estamos, y transformarnos en esa luz interior,
en la que nos vemos y en la que somos.
Pero
esta luz interior, este descubrimiento del “gozo de los sentidos, (aistheséom
agápesis) estuvo determinada por una nueva forma de mirar, y unos nuevos
objetos “ideados” “mirados”, que la tradición latina llamará conceptos, o sea
algo concebido por la mente y que
habrían de forjar un nuevo universo de palabras “elementales”. Palabras que ya
no indicaban el mundo entorno, que no señalaban la realidad: la dureza de la
tierra, el soplo del aire, el contacto fluyente, viviente, del agua.
En
esa constelación de significados se hizo presente algo que no podíamos tocar,
no podíamos percibir con los sentidos, sino con esa luz interior, nacida en el
corazón del lenguaje y que nos ha hecho comunicación y humanidad, que nos ha
transformado en palabra. Esos elementos se llamaron “Verdad”, “Bien”, “Belleza”
(Alétheia, Agathón, Kalón). Puras voces, puro aire semántico que nada
señalaban fuera de sí mismo, pero cuya mismidad empezó a hacerse tan
imprescindible como el aire o el agua.
Los
elementos de la cultura irradiaron hacia un horizonte ideal de la vida humana y
están, por ello, en el origen de ese también sorprendente concepto: Humanidades.
Un término que se nos ha hecho familiar, y que, por esa misma familiaridad,
podríamos resbalar, sin darnos cuenta, por el fecundo territorio de sus significados.
Aunque
no es el momento de adentrarnos por ese dominio semántico, y descubrir algo de su
historia y de su aliento, me gustaría anticipar que esa palabra, llena de vida,
las “humanidades”, es fruto de un largo proceso cultural. Es un ideal en la
memoria colectiva y, sobre todo, resultado no sólo de la “teoría”, de la
mirada, sino que es fuerza, dinamismo, riqueza para la sociedad. Las
humanidades se aprenden, se comunican. Las necesitamos para hacernos quienes
somos, para saber qué somos y, sobre todo, para no cegarnos en lo que queremos,
en lo que debemos ser.
1) Resume el texto.
2) ¿Coincide con tu concepto de Humanidades lo que dice
E. Lledó, crees que estas se valoran y que el mundo de hoy es consciente de su
necesidad?, haz un comentario argumentado.
3) Expón el tema de “La Poesía de principios de siglo,
Modernismo y 98” (hombres humanistas todos ellos)
4) Di qué modalidad de texto es el propuesto (tipo de
texto, funciones Lje, léxico,etc)
5) ANALIZA: Fueron los primeros filósofos los que nos
iniciaron en ese asombro y empezaron a “teorizar”,
-que es una forma de mirar- sobre los
“elementos”, los principios fundamentales de la vida: el agua, el aire, la
tierra.
6) Explica el significado y pon luego un ejm de las
palabras en negrita.
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