martes, 24 de noviembre de 2015

EL RENACIMIENTO

EL RENACIMIENTO

Podemos ver unos sonetos de Dante, antes que los de Petrarca, para ver que por ejemplo el gesto de “la mirada”, es definitivo para iniciarse el amor (el mismo motivo: la mirada o los ojos de la amada, repetirán los distintos poetas amorosos, Garcilaso, Bécquer…)

Soneto
Amor brilla en los ojos de mi amada,
y se torna gentil cuando ella mira:
donde pasa, todo hombre a verla gira
y a quien ve tiembla el alma enamorada.

Anochece si esconde su mirada,
y por volverla a ver todo suspira:
ante ella la soberbia huye y la ira;
bellas, honrad conmigo a mi adorada.

Feliz mil veces quien la ve y la siente;
al nacerle el alma al punto empieza
todo humilde pensar, toda dulzura,

y no sabe, al mirarla sonriente,
si en ella se excedió naturaleza,
o el milagro gentil tanta hermosura.

Versión de: Alejandro Araoz Frazer

También los estados contradictorios a que lleva el amor:

Tutti li miei penser...

Sabe sólo de Amor mi pensamiento;
por él y en él lo tengo tan cambiante:
de Amor la potestad lo lleva amante,
o a loco razonar, su valimiento.

Me infunde en la esperanza dulce aliento,
o acerbo lloro en onda desbordante;
tan sólo se unifica si tremante
mi alma de pavor se ve un momento.

Y así mi suerte ignoro en la contienda,
y no querer decirlo y que lo diga:
vagando voy en amorosa erranza...

Y si con todos he de hacer alianza
vano será clamarle a mi enemiga
-la insensible Piedad- que me defienda.

Versión de: Carlos López Narváez



 Petrarca:

Aquí tenemos dos versiones de un mismo soneto, para que apreciemos detalles y matices en la traducción, un traductor conocido de estos sonetos sería Ángel Crespo.


No encuentro paz y no he de hacer guerra;
temo y espero; y ardo y soy un témpano;
y vuelo sobre el cielo y yazco en tierra;
y nada ciño, y todo el mundo abrazo.
Esta prisión no se abre ni se cierra,
ni me retiene ni me suelta el lazo;
pues no me mata Amor ni me desata
y ni me quiere vivo ni le estorbo.
Veo sin ojos y sin lengua grito;
y bramo de morir y busco ayuda;
y me odio a mí mismo y amo a otros.
Me cebo de dolor, llorando río;
igualmente detesto muerte y vida:
en este estado soy, Mujer...


No tengo paz ni puedo hacer la guerra;
temo y espero, y del ardor al hielo paso,
y vuelo para el cielo, bajo a la tierra,
nada aprieto, y a todo el mundo abrazo.

Prisión que no se cierra ni des-cierra,
No me detiene ni suelta el duro lazo;
entre libre y sumisa el alma errante,
no es vivo ni muerto el cuerpo lacio.

Veo sin ojos, grito en vano;
sueño morir y ayuda imploro;
a mí me odio y a otros después amo.

Me alimenta el dolor y llorando reí;
La muerte y la vida al fin deploro:
En este estado estoy, mujer, por tí.





La poética de Petrarca debió mucho a Dante y a los demás estilnovistas,  pero llegó a
escribir una poesía que, sustituyó sus alegorías genéricas, por una alegoría propia,
y depurando y enriqueciendo su lenguaje lírico, le convirtió en el cantor de un amor
de nuevo signo, es decir, puramente humano. Laura no es comparable con la
Beatriz dantesca en cuanto figura alegórica “post mortem”, dado que la primera es el
alma de una bienaventurada que no ha superado, como la segunda, su condición
humana.

La mujer cortés (la de los trovadores) es solitoria, autónoma y plenamente autosuficiente.
La mujer del “nuevo estilo” nace de una proyección interior, es una creación refleja, y vive sólo en la estática admiración de los hombres de corazón gentil, a plena luz y no en una"cámara encortinada", mientras un luminoso aire primaveral brilla en torno suyo.

Surge así el objeto representativo de un nuevo sentimiento del amor,  vibrante en el corazón del poeta, de una nueva sociedad y de una nueva cultura, en la feliz y definitiva superación entre la teoría del amor cortés y la moral cristiana, es la primera imagen femenina del mundo moderno: Laura.

Liberada incluso del bellísimo simbolismo teológico propio de las mujeres del stil nuovo, o por lo menos de algunas de ellas, la amada de Petrarca puede soportar uno más mundano, más adaptado, también, a los tiempos del humanismo: la de premio a la belleza poética creada, o desvelada, por éste, es decir, la de viva corona de laurel.

Laura es el femenino de lauro, es decir, laurel, y ello ha dado lugar a que, ya desde los tiempos de nuestro poeta, se pensase –por otra parte- que se trataba de una figura totalmente simbólica, y no de una mujer real. Pero Petrarca, por primera vez describe la belleza física de una manera detallada: cabellos de oro, piel blanca, ojos claros y luminosos, cuerpo bello de movimientos suaves…

(de Sonetos Petrarca. Traducción e Introducción por Ángel Crespo)


Petrarca habla de su enamoramiento:

Fue el día en que del sol palidecieron
los rayos, de su autor compadecido,
cuando, hallándome yo desprevenido,
vuestros ojos, señora, me prendieron.

En tal tiempo, los míos no entendieron
defenderse de Amor: que protegido
me juzgaba; y mi pena y mi gemido
principio en el común dolor tuvieron.

Amor me halló del todo desarmado
y abierto al corazón encontró el paso
de mis ojos, del llanto puerta y barco:

pero, a mi parecer, no quedó honrado
hiriéndome de flecha en aquel caso
y a vos, armada, no mostrando el arco.

Petrarca juega con el sentido del Lauro (el) y Laura

Mi loco afán está tan extraviado
de seguir a la que huye tan resuelta,
y de lazos de Amor ligera y suelta
vuela ante mi correr desalentado,

que menos me oye cuanto más airado
busco hacia el buen camino la revuelta:
no me vale espolearlo, o darle vuelta,
que, por su índole, Amor le hace obstinado.

Y cuando ya el bocado ha sacudido,
yo quedo a su merced y, a mi pesar,
hacia un trance de muerte me transporta:

por llegar al laurel donde es cogido
fruto amargo que, dándolo a probar,
la llama ajena aflige y no conforta.


A la muerte de LAURA:

Sus ojos que canté amorosamente,
su cuerpo hermoso que adoré constante,
y que vivir me hiciera tan distante
de mí mismo, y huyendo de la gente,

Su cabellera de oro reluciente,
la risa de su angélico semblante
que hizo la tierra al cielo semejante,
¡poco polvo son ya que nada siente!

¡Y sin embargo vivo todavía!
A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,
surca mi nave la extensión vacía...

Aquí termine mi amoroso canto:
seca la fuente está de mi alegría,
mi lira yace convertida en llanto.


Reflexión sobre el estado en que se vio el poeta

Los que, en mis rimas sueltas, el sonido
oís del suspirar que alimentaba
al joven corazón que desvariaba
cuando era otro hombre del que luego he sido;

del vario estilo con que me he dolido
cuando a esperanzas vanas me entregaba,
si alguno de saber de amor se alaba,
tanta piedad como perdón le pido.

Que anduve en boca de la gente siento
mucho tiempo y, así, frecuentemente
me advierto avergonzado y me confundo;

y que es vergüenza, y loco sentimiento,
el fruto de mi amor é claramente,
y breve sueño cuanto place al mundo.



http://amediavoz.com/petrarca.htm                           http://www.ciudadseva.com/petrarca


Debemos seleccionar varios poemas de Petrarca, hacer un buen comentario de uno de los Sonetos. Y Buscar tres cuentos del DECAMERON de Bocaccio.

RONSARD, Poeta francés del Renacimiento, que utiliza parecidos temas a los de los poetas italianos.

SONNET   HÉLÊNE


Quand vous serez bien vieille, au soir, à la chandelle,
Assise auprès du feu, dévidant et filant,
Direz, chantant mes vers, en vous émerveillant :
« Ronsard me célébrait du temps que j'étais belle ! »
Lors, vous n'aurez servante oyant telle nouvelle,
Déjà sous le labeur à demi sommeillant,
Qui au bruit de Ronsard ne s'aille réveillant,
Bénissant votre nom de louange immortelle.
Je serais sous la terre, et, fantôme sans os,
Par les ombres myrteux je prendrai mon repos ;
Vous serez au foyer une vieille accroupie,
Regrettant mon amour et votre fier dédain.
Vivez, si m'en croyez, n'attendez à demain :
Cueillez dès aujourd'hui les roses de la vie.

Cuando seas anciana, de noche, junto a la vela
hilando y devanando, sentada junto al fuego,
dirás maravillada, mientras cantas mis versos:

«Ronsard me celebraba, cuando yo era hermosa»,
Ya no tendrás sirvienta que tales nuevas oiga
y que medio dormida ya por la labor
se despierte al oír el sonido de mi nombre,
bendiciendo el tuyo con inmortal alabanza.

Yo estaré bajo tierra, y fantasma sin huesos
reposaré junto a la sombra de los mirtos,
y tú serás una anciana junto al hogar encogida.

Lamentando mi amor y tu desdén altivo.
Vive, créeme, no aguardes a mañana:
Coge desde hoy las rosas de la vida.



 Ronsard, con este soneto, puso su granito de arena en la transmisión del tópico del “Collige Virgo rosas”, que lleva implícito el del “Tempus fugit “.

El primer poeta que lo había tratado había sido el poeta latino AUSONIO (siglo IV d. C.): Nos daría mucho resultado comparar el poema “Oda a Leuconoe” de este poeta latino y el soneto de Luis Antonio de Cuenca “collige virgo rosas”:

Oda a Leuconoe, Ausonio:

No preguntes (es sacrílego saberlo) qué fin a mí, cuál a ti,
los dioses han dado, Leuconoe, ni sondees los babilónicos
números. ¡Cuánto mejor es soportar lo que haya de ser!
Así Júpiter nos haya concedido muchos inviernos, así este sea el último
que ahora desgasta contra los escollos
puntiagudos las olas
del Tirreno: sé sabia, filtra el vino y en un espacio breve
recorta una esperanza larga. Mientras hablamos, habrá huido celosa
la edad: aprovecha el día,
no confíes en el mañana.


ODA A LA ROSA

Lamentamos, Naturaleza, que sea efímera la belleza de las Flores
Les arrebatas rápidamente las gracias mostradas a los ojos.
Apenas tan larga como un solo día es la vida de las rosas;
la vejez inminente las agobia aún jóvenes.
tan pronto llegan a su plenitud, las empuja su propia vejez.
Si vio nacer una la Aurora rutilante,
a esa la caída de la tarde la contempla ya mustia. Mas no importa: aunque inexorablemente deba la rosa rápida morir,
ella misma prolonga su vida con los nuevos brotes. Coge las rosas, muchacha, mientras está fresca tu juventud,
pero no olvides que así se desliza también tu vida” (
De rosis nascentibus)


Luis Alberto de Cuenca: Collige, virgo, rosas

Niña, arranca las rosas, no esperes a mañana.
Córtalas a destajo, desaforadamente,
sin pararte a pensar si son malas o buenas.
Que no quede ni una. Púlele los rosales
que encuentres a tu paso y deja las espinas
para tus compañeras de colegio. Disfruta
de la luz y del oro mientras puedas y rinde
tu belleza a ese dios rechoncho y melancólico
que va por los jardines instilando veneno.
Goza labios y lengua, machácate de gusto
con quien se deje y no permitas que el otoño
te pille con la piel reseca y sin un hombre
(por lo menos) comiéndote las hechuras del alma.
Y que la negra muerte te quite lo bailado.


Es indudable que todos estos tópicos se hicieron habituales en nuestra literatura (entre Ausonio (poeta latino) y Luis Alberto de Cuenca -poeta actual- quedan los sonetos del mismo tema de Garcilaso o Góngora, que veréis en la Literatura castellana)

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