jueves, 9 de agosto de 2012

ÉRASE UNA VEZ EL MAR
con sus albas de espuma
y sus atardeceres de cobre.

Érase el mar
que se me metió dentro
y me trajo todo su baluarte.

Sus palomas y su viento,
sus palabras palpitantes
y sus peces roncos.
Vino cargado con sus álamos
frágiles, su luna de aromas
y sus besos fugitivos.

Érase el mar
y érase un canto interminable.
Érase el mar.
Mi palabra, una gota.

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